Introducción:
Las farolas son una parte indispensable de los paisajes urbanos. Iluminan nuestras carreteras y caminos, brindando seguridad y visibilidad por la noche. Su brillo cálido y acogedor es un faro en la oscuridad que nos guía a través del laberinto urbano. Pero ¿por qué las farolas son amarillas y no blancas?
La respuesta está en el tipo de tecnología de iluminación empleada y en el fascinante papel que desempeña el vapor de sodio en ellas. Estas luces de vapor de sodio vienen en dos tipos principales: sodio de alta presión (HPS) y sodio de baja presión (LPS). Son los responsables de la característica iluminación en tonos cálidos que adorna las calles de nuestra ciudad. Continúe leyendo para obtener información más detallada sobre por qué las luces de la calle son naranjas o amarillas.
Algunas de las razones por las que las luces de la calle son amarillas y no blancas
La historia del alumbrado público
Para entender por qué las farolas son amarillas y no blancas, debemos profundizar en la historia del alumbrado público.
1. La evolución del alumbrado público: de las lámparas de gas a las LED
Antiguamente, las lámparas de gas eran la principal fuente de iluminación en las ciudades. Estas lámparas de gas emitían un brillo cálido y amarillento debido a la naturaleza del combustible utilizado, lo que a menudo daba como resultado una temperatura de color de alrededor de 2000 a 3000 Kelvin (K). Kelvin es una unidad utilizada para medir la temperatura de color de la luz; valores más bajos corresponden a una luz más cálida y amarillenta.
A medida que avanzaba la tecnología, las lámparas incandescentes eléctricas se convirtieron en la norma para el alumbrado público. Estas lámparas también producían una luz cálida y amarillenta, como las lámparas de gas que reemplazaron. Este tono amarillo fue el resultado de los materiales utilizados en el filamento de las bombillas incandescentes.
2. Ingrese las luces de vapor de sodio: HPS y LPS
Estas bombillas emitían una luz amarillenta influenciada por los materiales utilizados en sus filamentos. Pero la coloración no fue el resultado de la tecnología. También estuvo influenciado por el deseo de mantener un cierto nivel de coherencia con la estética de las lámparas de gas existentes.
Estas farolas amarillas deben su tono distintivo al comportamiento único del vapor de sodio cuando se somete a una corriente eléctrica. Hay dos tipos de luces de vapor de sodio que se utilizan:
- Luces de sodio de alta presión (HPS): las luces HPS emiten un brillo amarillo debido a la presencia de vapores de sodio y mercurio. Estos gases se capturan en el bulbo dentro de una cámara de vidrio de alta presión.
- Luces de sodio de baja presión (LPS): las luces LPS llevan el vapor de sodio al extremo empleando solo vapor de sodio dentro de la lámpara. Esto da como resultado una emisión de luz amarilla monocromática, ya que otros gases están ausentes. Las luces LPS tienen la particularidad de emitir una luz de color amarillo anaranjado aún más intensa.
Percepción humana y seguridad
El color del alumbrado público afecta la percepción y la seguridad humanas. Colores de alumbrado público que sean luces de tonos cálidos, como aquellas con un tono amarillento. A menudo se perciben como más cómodos y relajantes para el ojo humano. Esto se debe a que las farolas amarillas tienen longitudes de onda más largas. Se dispersan menos en la atmósfera en comparación con las luces de tonos más fríos, como el azul o el blanco. Al navegar por entornos urbanos, la iluminación en tonos cálidos proporciona una mejor visibilidad. Reduce el deslumbramiento y mejora el contraste.
Además, una luz más cálida tiene un menor impacto en el reloj interno del cuerpo que regula los ciclos de sueño-vigilia. La exposición a una luz más fría y azulada durante la noche, como la de los LED blancos, puede alterar los ritmos circadianos e interferir con los patrones de sueño.
Eficiencia Energética y Contaminación Lumínica
Otra consideración crucial en el alumbrado público amarillo es la eficiencia energética. Las luces amarillas o de tonos cálidos tienden a ser más eficientes energéticamente que las luces de tonos más fríos. Esto se debe a que la luz más cálida requiere menos energía para producir el mismo nivel de brillo que la luz más fría. Por ejemplo, una farola que emite una luz amarilla puede alcanzar el nivel deseado de iluminación utilizando menos lúmenes.
La eficiencia energética también está relacionada con la cuestión de la contaminación lumínica. La contaminación lumínica se produce cuando el exceso de luz artificial interfiere con la oscuridad natural. Es menos probable que las farolas de tonos cálidos contribuyan a la contaminación lumínica en comparación con las luces blancas más frías.
Factores culturales y estéticos
La elección de los colores de las farolas también puede influir en factores culturales y estéticos. Las luces de tonos cálidos pueden evocar una sensación de nostalgia, que recuerda a las lámparas de gas que alguna vez adornaron las calles de la ciudad. En ciertos barrios históricos, se prefiere la iluminación en tonos cálidos. Es mantener el carácter estético del entorno.
Rentabilidad
Un hito interesante en el panorama del alumbrado público es la llegada de los diodos emisores de luz (LED). Los LED ofrecen muchas ventajas, incluida la eficiencia energética, una larga vida útil y opciones de color versátiles. Pero su adopción generalizada se vio obstaculizada por los altos costos iniciales. Este factor influyó en el uso continuo de las tradicionales farolas amarillas, incluso cuando la tecnología LED ganó terreno.
Luz blanca versus luz amarilla
La elección entre alumbrado público blanco y amarillo depende de un equilibrio entre estética, visibilidad y eficiencia energética. Las luces LED blancas ofrecen una iluminación moderna y nítida que mejora la percepción del color. Pero puede ser duro para los ojos humanos. Las luces amarillas de vapor de sodio brindan un brillo cálido y confortable que reduce el deslumbramiento y mantiene la visión nocturna. Entonces, luz blanca versus luz amarilla, la decisión depende de los objetivos de la ciudad.
Farolas LED: equilibrio entre la tecnología moderna y las necesidades humanas
A medida que las ciudades continúan mejorando su infraestructura de alumbrado público, surge el desafío. Se trata de encontrar el equilibrio adecuado entre la tecnología de iluminación moderna y las necesidades humanas. La tecnología LED ofrece mayor eficiencia energética y versatilidad en la temperatura de color. Sin embargo, es esencial considerar los impactos potenciales sobre la salud, la seguridad y el bienestar humanos.
Más recientemente, la transición a tecnologías de iluminación más eficientes energéticamente ha revolucionado el alumbrado público. Los LED, en particular, han ganado protagonismo. Se debe a su longevidad, eficiencia energética y versatilidad. La temperatura de color de las farolas LED puede variar, desde un blanco muy cálido (alrededor de 2200 K) hasta un blanco más frío (alrededor de 5000 K).
En los últimos años, ha habido una creciente conciencia de la necesidad de seleccionar temperaturas de color apropiadas para el alumbrado público. Algunas ciudades han optado por luces LED más cálidas para mitigar los efectos negativos de la luz de tonos fríos en la salud humana y el medio ambiente.
Conclusión:
¿Por qué las luces de la calle son amarillas y no blancas? La elección de esto es una compleja interacción de precedentes históricos. También depende de la percepción humana, consideraciones de seguridad, eficiencia energética y preferencias estéticas. Los avances en la tecnología de iluminación nos han brindado la flexibilidad de elegir entre varias temperaturas de color. Aún así, el tono amarillento de las farolas tradicionales sigue siendo una opción común debido a su impacto positivo en la visibilidad.
También es bueno para la salud humana y la conservación de energía. Lograr el equilibrio adecuado entre la tecnología de iluminación y el bienestar de las personas es un desafío. Las ciudades deben abordar esto mientras continúan iluminando sus calles durante generaciones.